jueves, 17 de marzo de 2011

Democracia y Escuela


Es reciente la incorporación de una nueva asignatura para el alumnado que cursa el primer nivel del tercer ciclo de Educación Primaria en los centros docentes andaluces. Hablo, claro está, de Educación para la Ciudadanía, muy criticada por algunos partidos políticos, asociaciones y representantes del alumnado; pero, a la vez, defendida por quienes la incluyeron en el currículo oficial y por, entiendo, aquellos que nos consideramos de pensamiento “progre”.

No pretendo crear un debate sobre un SÍ o un NO a esta asignatura, sino más bien explicar por qué es necesaria para introducir en la escuela la ideología democrática presente en nuestros días. Vivimos en una país demomócrata, con leyes demomócratas, líderes políticos demócratas... pero, ¿existe democracia en la escuela?

Para responder a esta cuestión creo que es necesario ahondar en las tres instituciones educativas por excelencia: familia, escuela y sociedad. ¿Quién es la mayor responsable de la educación? Si nos remontamos al origen, al lugar desde donde parte esta educación, considero que una de las mayores culpables, o responsables (digámoslo así, que suena mejor), de la educación es la escuela. ¿Dónde se forman los futuros padres/madres y profesores/as? En la escuela. La maestra o el maestro que no hace bien su trabajo tiene que responsabilizar de ello a la escuela, a la Universidad (desde donde se forma), aunque no toda la culpa es de esta institución. La sociedad ha creado la escuela que ha querido a lo largo de los siglos que la contemplan. La escuela nunca ha sido, ni será, neutral, como consecuencia del poder que ha ejercido la sociedad sobre ella (y sus gobernantes); es decir, el tiempo, sus circunstancias y el poder de los hombres y mujeres, han ocasionado que la escuela, más que como instrumento para la formación de sujetos capaces de pensar, reflexionar y criticar, haya creado individuos modelos, o sea, es como si hubiese tomado un molde y hubiese hecho la misma figura con la masa de unas galletas, pero, en este caso, la masa es humana.

Por esto, la escuela debe jugar un papel fundamental en la formación y construcción de individuos democráticos. Pero, para ello, es preciso que los sujetos que formen parte de ese sistema educativo, formen también parte de un sistema de gobierno democrático; aunque sin olvidar que no sólo la pertenencia a una sociedad democrática hace a la escuela de la misma forma. Es preciso que se dé además un estilo de vida democrático (Cfr. Guarro, A., 2002), donde sus ciudadanos/as se sientan parte del mismo y puedan participar en la comunidad y sociedad en la que vivan, así como disfrutar de su ciudadanía.

La democracia llega a la escuela en pequeñas dosis. Lo hace así porque, en principio, no cuenta con un sistema educativo apropiado para ello. En algunos países, como el nuestro, cuando un partido político llega al poder (y obtiene mayoría absoluta), para dejar su “huella”, cambia el sistema educativo a su antojo, modificando la ley educativa establecida, por otra, la cual se asemeja más a sus ideales (acabando con la supuesta neutralidad de la educación). No se atiende a todos los colectivos que intervienen en la educación (Comunidad Educativa) para crear esa nueva ley, sino que sólo se tiene en cuenta la opinión simpatizantes del grupo político en cuestión, sin contar con la colaboración de pedagogos, maestros, etc. Esta ideologización de la educación, que viene impuesta a través del currículo único, ocasiona que la educación, que la escuela, no sea del todo democrática, por varias razones que expongo a continuación:

§ No todos los grupos políticos, ni la Comunidad Educativa, participan en la creación de un currículum común para todos/as.

§ La autonomía del profesorado se ve limitada, restada (se le quita libertad), cuanto más se aproxime el maestro o la maestra a los ideales que en la Administración educativa imperen (ideales de un solo grupo político, o un solo gobierno). Aunque, por otra parte, es cierto que el profesorado tiene libertad para poder enseñar de la forma que desee (de la manera o con la metodología que considere más oportuna –libertad de cátedra). Queda la esperanza de que se puede cambiar la situación desde dentro de la escuela, pues mucho más complejo parecer ser desde fuera.

Por otra parte, la escuela de hoy es se aleja de la democracia, porque intenta crear alumnos/as modelo, ideales, que no den problemas, se olvida de las diferencias. En estas diferencias, que se transforman en dificultades para la democracia, está el verdadero valor y la riqueza. Si se aceptan y no eliminan, la escuela estará mucho más cerca de alcanzar la educación democrática. Es decir, si son aceptadas diferencias económicas, culturales, de sexo, raza, religión, etc.

Otro aspecto que, a mi entender, dificulta la democratización de la enseñanza, podemos encontrarlo en la falta de participación que existe en el mundo educativo. Tanto padres y madres, como profesorado y alumnado, no participan de la mejor manera posible, se puede expresar así, es comunidad educativa pasiva.

Para, verdaderamente, poder alcanzar una escuela impregnada por la democracia, es necesario, a mi entender, centrarnos en varias posibles vías que nos lleven a ello:

Ø Currículum común. Elaborar un currículum común para todo el alumnado. Esto, desde mi punto de vista, tiene sus aciertos, pero también, en ocasiones, puede ser un fracaso. Claro está que el currículum común es necesario, puesto que garantiza la igualdad en la educación, fomentando el derecho a ser formados de la misma manera, para poder conseguir un título (homologado), que después nos puede ser útil para insertarnos en la sociedad y en el mundo laboral. Pero, el uso de un currículum común ideal y apropiado para todos/as (con mismos contenidos y objetivos), puede olvidar a los más desfavorecidos (grupos minoritarios), e incluso apartarlos poco a poco de la educación. En aquellos contextos donde no sea tan relevante la adquisición de ciertos conocimientos, sino más bien la posibilidad de adquirir otros saberes más útiles, para salir de la situación precaria en la que se encuentran, no considero tan apropiado impartir este tipo de currículum, ya que, en estos casos, puede llegar a ser excluyente.

Ø Currículum inclusivo. Guarro Pallás (2002) expresa que “el currículum común debe reflejar la pluralidad cultural de la sociedad”. Que el currículum sea inclusivo ocasiona que la característica anteriormente expuesta (“común”) sea adecuada y acertada para conseguir dotar a la escuela de hoy de unos signos claros de democracia. Todos los colectivos deben aparecer representados en el currículum común: sus aspectos, sus dificultades, su historia, etc. Cualquier etnia o cultura debe adquirir una educación que sea apropiada a su forma o estilo de vida, creencias, pensamientos... Además, si el currículum es inclusivo, no olvida el escenario, el contexto educativo; puede tratar de eliminar los saltos cualitativos y cuantitativos entre las distintas clases sociales; y también, podría disminuir las diferencias de género (no es lo mismo ser alumno que alumna en la escuela de hoy –aunque tampoco era lo mismo en la de ayer).

Ø El acceso a la educación debe entenderse como el derecho a la educación. Es decir, que toda persona pueda tener una educación digna, pero además, democrática. Que la educación sea accesible a todos los sujetos, porque “todos ellos son educables y, por lo tanto, deben ser educados” (Gimeno, J., 1998).

Ø La formación de los ciudadanos y ciudadanas en la escuela. El mejor marco para formar ciudadanos/as es la escuela. Para ello se ha pasado de hacer uso de la educación cívica, como un simple tema transversal a la creación de una asignatura para un periodo de tiempo determinado para el alumando (5º de Educación Primaria: Educación para la Ciudadanía). La escuela debe preparar a los ciudadanos y ciudadanas para que vivan políticamente con los demás en una ciudad democrática, para que participen en la gestión de asuntos públicos, pudiendo distinguir entre lo justo y lo injusto (Cfr. Savater, F., 2003).

Ø La participación democrática en los centros educativos. Es uno de los aspectos más importantes, puesto que, desde mi punto de vista, la participación lleva a la creación de la igualdad y el alcance de la libertad, aspectos y derechos básicos de la democracia. Esta participación debe realizarse desde tres vías: contexto, centros y aula (Cfr. AA.VV., 1996). Desde el exterior del centro, desde su entorno, es posible comenzar a democratizar la educación mediante la creación de lugares de comunicación y diálogo, como una biblioteca, instalaciones deportivas, etc. En el centro se pueden crear espacios democráticos que posibiliten un mayor acercamiento a la educación cívica, y por consiguiente a la educación democrática. La participación en los Consejos Escolares por parte de las madres y padres, alumnado, profesorado, etc., es de vital relevancia para conseguir crear un ambiente de consenso. Y, por último, desde el aula se debe intentar que el alumnado participe lo máximo posible en su educación, realizando actividades apropiadas para ello, por ejemplo, desde intervenir de forma colectiva, hasta decidir qué tipo de metodología, evaluación, etc., es la más democrática y aceptada por el grupo-clase. Es decir, conseguir que la educación sea construida tanto por alumnos/as, como por maestros/as; hacer de la educación una práctica de libertad, llevándose a cabo una pedagogía liberalizadora, como nos ha aconsejado tantas veces Paulo Freire.

Ø Mejora de las relaciones entre la escuela y la comunidad. Este aspecto está muy relacionado con el anterior. Conseguir un aumento de la participación de la comunidad educativa puede asegurar que se cree en la escuela un sistema educativo democrático. Cuanta más participación exista, más próximos estaremos a los valores de igualdad y libertad que tanto hay que defender.

Ø Libertad de poder elegir el tipo de educación a recibir. Otro signo más de educación democrática debería ser la posibilidad de cualquier individuo de poder elegir la educación, ya sea pública o privada, que considere más oportuna, que le atraiga más, etc. Para ello, es necesario que la oferta de estudios sea amplia, pero que además esa oferta sea real y asequible a todo el alumnado.

Pueden existir otros aspectos que se consideren necesarios para llevar a cabo una educación democrática. A mi entender, consiguiendo poner en práctica la elaboración de un currículum común apropiado, inclusivo, al que puedan acceder todos/as los/as ciudadanos/as, y que propicie su participación verdadera en la escuela, se crea una senda por la que la educación de hoy pueda llegar a la auténtica democracia, sólo falta iluminar ese camino. Tendremos que aportar, cada uno/a, nuestra pequeña llama para crear un gran fuego.

José M. Sánchez Escaño

Maestro de Pedagogía Terapéutica

BIBLIOGRAFÍA DE CONSULTA:

· GIMENO SACRISTÁN, J. (1998). ¿Qué es una escuela para la democracia? Rv. Cuadernos de Pedagogía, nº 275.

· GIMENO SACRISTÁN, J. Volver a leer la educación desde la ciudadanía; en MARTÍNEZ BONAFÉ, J: Ciudadanía, poder y educación. Ed. Graó.

· GUARRO PALLÁS, A. (2002). Currículum y democracia. Barcelona. Ed. Octaedro.

· SAVATER, F. (2003). El valor de elegir. Barcelona. Ed. Ariel.

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